sábado, 19 de febrero de 2011

Las razones de la derrota

Hay una anécdota que circula mucho por la zona de Tacna, más exactamente en la frontera con Chile. Una anécdota que no se suele enseñar mucho en los colegios, pero que entre los soldados que terminaron por asentarse en ese desierto serrano que es la zona de Arica y Tarapacá se difundió como tradición oral, tal vez como masoquismo nacionalista, como chiste cruel de la vida, o por parte de los vencedores. Lo cierto es que nadie suele cuestionar veracidad de la historia, mucho menos la conclusión a la que llega.

Cuenta pues el desconocido cronista, que durante la Guerra del Pacífico, los comandantes peruanos no habían comprendido lo calamitoso de su situación hasta que las tropas chilenas llegaron a la entrada de la capital. Un país joven que pecó de centralismo y crecimiento deforme, no había sentido la verdadera amenaza de la invasión hasta que las botas extranjeras empezaron a sonar por los bosques sureños.

Sin armamento, municiones ni mucho menos recursos humanos, los militares no concibieron mejor idea que amontonar a todos los civiles voluntarios que pudiesen en trincheras humanas, mientras los pocos soldados con armas que quedaban iban recortando el terreno a proteger. Tres veces se utilizó esta táctica, y tres veces falló miserablemente.

Ya después de el último mamotreto que fue la batalla de Miraflores, que ha sido llamada "batalla" más que nada por la decencia y respeto que aun conservaban los militares chilenos hacia el enemigo, los generales de ambos bandos y los observadores internacionales se reunieron en la enfermería general, donde los soldados de ambas facciones recibían la atención requerida, como dictaban las normas de combate. El general Du Petit Thouars conversaba con el general Lynch sobre los factores que desembocaron en la derrota del ejército peruano. Patricio Lynch, que se había curtido en combates navales e invasiones extranjeras casi desde la adolescencia, escuchaba silencioso la cháchara técnica que le soltaba el francés, más comerciante que militar.

Una vez terminado el monólogo de su interlocutor, quien le pidió su opinión, Lynch se acercó a dos soldados chilenos que estaban sentados en el suelo y les pregunto: "Soldados, ¿Por qué fueron a la guerra?". Los soldados, extrañados por esa pregunta, respondieron algo molestos: "Por mi patria, general". Una vez escuchada la respuesta se acercó a dos soldados peruanos que se encontraban en el otro extremo de la sala de atención para hacerles la misma pregunta. Uno les respondió "Por Don Nicolás" y el otro le respondió "Por Don Manuel". Estos "dones" eran Nicolás de Piérola y Manuel Ignacio Prado, ex presidentes peruanos que fugaron, uno al exterior con dos bolsas de oro, y otro al interior del país para seguir "gobernando". El general Lynch volvió su atención a un sorprendido general Petit Thouars y le dijo: "Ya ve, pues, las razones de la derrota. Unos fueron a pelear por su patria, y otros fueron a pelear por Mengano y Fulano de Tal"

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