viernes, 8 de abril de 2011

Preludios en el rio

La niebla se había convertido en todo el panorama que podíamos apreciar. Sé que se acerca la noche solo por la levísima tonalidad rojiza que está tomando el ambiente. Nuestro guía dirige la canoa sin siquiera titubear por la dirección del camino. ¿Cuánto hace que recorre este camino para los curiosos, que lo hace de manera inconsciente? -¿Nos estamos acercando?- le pregunté, tratando de sonar lo menos posible como un niño aburrido en la parte trasera del coche. -Falta poco, si. Creo que ya va siendo hora de que sepan unas cosas.- respondió. Me llamarán quisquilloso, pero mis años de profesor trajeron consigo la habilidad de saber cuándo una frase ha sido ensayada ad infinitum. –Cierto es que no son los primeros en conocerlo. Su historia es tan antigua como la humanidad misma. Ha sido narrada por sacerdotes, poetas, escritores y viajeros por tanto tiempo que muchos detalles han sido aumentados o cambiados. Desde que Becquer la plasmó en La Ajorca de Oro, se exilió en este bosque de bruma y espejismos. La última persona que escuchó su historia de su propia boca fue Abrahan Valdelomar. Aun así trató de adecuar su relato a una época un poco más reciente.- Creo que no fui el único que mostró grima cuando el guía mencionó la palabra “reciente”. Si él ha leído el mismo libro que nosotros, estamos hablando de por lo menos 100 años antes de la invasión de Las Américas. -Habiendo tanto espacio en el mundo ¿Cómo acabó en estos manglares?- Inquirí. -Podría pensarse en la simple mano del azar. O tal vez hay algo en estas tierras que lo llamó desde un principio. Si lo piensan bien, es el lugar perfecto si quieres apartarte de todo: No hay asentamientos humanos en por lo menos 15 kilómetros, no se puede prender ni una rama bañada en petróleo ni hacer que funcione nada eléctrico pro esta niebla. Y por si fuera poco, está el tema de los animales. -¿Qué animales?- le dije sin disimular la sorna. El viaje hubiera sido un poco más interesante si nos hubiéramos topado aunque sea con un bufeo. - Exactamente.- respondió el guía sonriendo.- Todos los animales grandes evitan cruzar por aquí. Ni siquiera los peces pasan por este rio. En todo el tiempo que llevo haciendo de guía de este sendero, nunca me he topado con algo más grande que un escarabajo. -Espere- interrumpió mi compañero, entomólogo de vocación y viajero por pecuniaria necesidad- ¿Me está diciendo que un ecosistema de 15 km de radio está mantenido enteramente por plantas e insectos? -Cuando encallemos comprenderá un poco mejor el equilibrio del bosque. Por el momento conténtese con saber que los bichos y arbustos que crecen aquí no son precisamente normales. Les recomiendo no mostrar piel desnuda en ese tramo del recorrido. No creo que sus palabras hayan ayudado mucho a calmar la curiosidad de mi amigo. De todas formas, la información fue más que suficiente para que los demás estuviesen ocupados en sus pensamientos, tratando de imaginarse voluntad misteriosa puede rodear a un hombre tan viejo como la civilización misma al punto de alterar la naturaleza a su alrededor. -Entonces, si él no nos va a contar su historia, ¿Quién lo va a hacer?- reclamó el encargado del grupo. -Esa es también mi labor. Desde que me encontró, decidió que yo sería el último al que le contaría su historia con lujo de detalles. En cuanto termine de narrarla, no volveremos a tocar ese tema otra vez. Y después de ese dictamen, comenzó la narración de la razón por la cual hicimos semejante viaje.